esa melancolía a la que tan propenso somos los cáncer.
Quizás sea porque estuve allí hace poco y ya los echo de menos.
También puede ser que me este aflorando la pata anglófila del banco de mi vida.
Incluso a lo peor pudiera ser que he tenido un mal sueño
donde mi ordenador se estropeaba
y al acudir a mis blogs favoritos,
no aparecían la música, la belleza, la ironía;
ni tampoco un libro, una Virgen, un cuadro, un gol.
Ya no había costaleros ni museos.
De repente y sin esperarlo, en mis favoritos aparecían
la vehemencia e intolerancia;
los tuyos y los míos, los buenos y los malos...
Por eso, para despertar de ese sueño, necesitaba un momento.
Un momento en el viejo pub Westminster Arms,
para con una pinta de Guinnes,
sentarme un rato junto a sus ventanales
y frente a la estatua de Oliver Cromwell
charlar un poco con él, preguntarle algunas cosas
y sobre todo pedirle
que me cuente cómo lo consiguió.
Quizás sea porque estuve allí hace poco y ya los echo de menos.
También puede ser que me este aflorando la pata anglófila del banco de mi vida.
Incluso a lo peor pudiera ser que he tenido un mal sueño
donde mi ordenador se estropeaba
y al acudir a mis blogs favoritos,
no aparecían la música, la belleza, la ironía;
ni tampoco un libro, una Virgen, un cuadro, un gol.
Ya no había costaleros ni museos.
De repente y sin esperarlo, en mis favoritos aparecían
la vehemencia e intolerancia;
los tuyos y los míos, los buenos y los malos...
Por eso, para despertar de ese sueño, necesitaba un momento.
Un momento en el viejo pub Westminster Arms,
para con una pinta de Guinnes,
sentarme un rato junto a sus ventanales
y frente a la estatua de Oliver Cromwell
charlar un poco con él, preguntarle algunas cosas
y sobre todo pedirle
que me cuente cómo lo consiguió.
Y me contó que no tuvo mérito,
que desde antiguo en su país era muy fácil
unir a la gente por un bien común;
que allí siempre existió una mayoría social
con grandes principios y pequeños dogmas;
una mayoría que valoraba la buena gestión
aunque jamás perdonaba (¡¡estos ingleses!!) las malas formas.
Una mayoría a la que años más tarde, me contaba, los gabachos
y las colonias creyeron inventar bautizándola como el
"liberalismo social".
"Nosotros", me decía gravemente el viejo Cromwell,
"siempre tuvimos eso muy claro;
y esa mayoría nos pidió que depusiéramos al rey Carlos,
gran gestor y mejor administrador pero que venía poco por
las Casas del Parlamento y se empeñó en meter a Inglaterra
en una alianza absolutista para defender oscuros intereses
de algunos emperadores en tierras continentales.
Pero ¿sabes lo mejor de esa historia que me toco vivir?,
pués que algunis años después,
esa mayoría social que sólo piensa en trabajar, estudiar, crecer;
esa que siempre fue respetuosa y que creíamos obediente,
nos dió la espalda.
Aquello fue porque algunos de mis compañeros de entonces,
pensaron que para garantizarnos el poder sería conveniente
aliarse con los independentistas del norte del país;
unos escoceses que por otro lado, llevaban décadas incordiando con su partido Tudor".
que desde antiguo en su país era muy fácil
unir a la gente por un bien común;
que allí siempre existió una mayoría social
con grandes principios y pequeños dogmas;
una mayoría que valoraba la buena gestión
aunque jamás perdonaba (¡¡estos ingleses!!) las malas formas.
Una mayoría a la que años más tarde, me contaba, los gabachos
y las colonias creyeron inventar bautizándola como el
"liberalismo social".
"Nosotros", me decía gravemente el viejo Cromwell,
"siempre tuvimos eso muy claro;
y esa mayoría nos pidió que depusiéramos al rey Carlos,
gran gestor y mejor administrador pero que venía poco por
las Casas del Parlamento y se empeñó en meter a Inglaterra
en una alianza absolutista para defender oscuros intereses
de algunos emperadores en tierras continentales.
Pero ¿sabes lo mejor de esa historia que me toco vivir?,
pués que algunis años después,
esa mayoría social que sólo piensa en trabajar, estudiar, crecer;
esa que siempre fue respetuosa y que creíamos obediente,
nos dió la espalda.
Aquello fue porque algunos de mis compañeros de entonces,
pensaron que para garantizarnos el poder sería conveniente
aliarse con los independentistas del norte del país;
unos escoceses que por otro lado, llevaban décadas incordiando con su partido Tudor".
Este momento ya se prolongaba en exceso
(igual que las pintas de cerveza, pues ya llevaba tres),
así que tras despedirme del querido Oliver, mis pasos me llevaron
hacia Whitehall a través del parque de St. James.
Iba pensando en la mayoría social de la que Cromwell me habló,
cuando me dí de bruces con el almirante.
Así que como la cerveza y el paseo me habían abierto el apetito,
me compré un par de sandwiches de asado con pepinillos
y me senté en las escalinatas de la National Gallery,
esperando a que Nelson dejara de toser por culpa del humo
que subía a su casa por el tráfico de la plaza.
Acabé mi último sandwich, me despedí del Almirante
y volví a mi ordenador con la esperanza de que mis favoritos
ya funcionasen como siempre...
(igual que las pintas de cerveza, pues ya llevaba tres),
así que tras despedirme del querido Oliver, mis pasos me llevaron
hacia Whitehall a través del parque de St. James.
Iba pensando en la mayoría social de la que Cromwell me habló,
cuando me dí de bruces con el almirante.
Así que como la cerveza y el paseo me habían abierto el apetito,
me compré un par de sandwiches de asado con pepinillos
y me senté en las escalinatas de la National Gallery,
esperando a que Nelson dejara de toser por culpa del humo
que subía a su casa por el tráfico de la plaza.
Gran tipo este Nelson, valiente, honrado, respetuoso con el rival
y pelín mujeriego, además de admirador de marinos españoles.
Pero había algo de él que siempre me intrigó:
cuando ya era un reconocido y famoso almirante,
y volvía de derrotar a los franceses en Egipto,
le propusieron un retiro dorado: que saltara a la política
como alcalde de Londres o diputado, pero no aceptó.
Cuando le pregunté que porque no lo hizo,
me contestó lo mismo que al Lord del Almirantazgo en 1801.
Con esa voz suya algo aniñada, me dijo que nadie de la ciudad
haría caso a alguien que únicamente les hablase de guerras,
guerras en Oriente y con los separatistas de las colonias.
y pelín mujeriego, además de admirador de marinos españoles.
Pero había algo de él que siempre me intrigó:
cuando ya era un reconocido y famoso almirante,
y volvía de derrotar a los franceses en Egipto,
le propusieron un retiro dorado: que saltara a la política
como alcalde de Londres o diputado, pero no aceptó.
Cuando le pregunté que porque no lo hizo,
me contestó lo mismo que al Lord del Almirantazgo en 1801.
Con esa voz suya algo aniñada, me dijo que nadie de la ciudad
haría caso a alguien que únicamente les hablase de guerras,
guerras en Oriente y con los separatistas de las colonias.
Acabé mi último sandwich, me despedí del Almirante
y volví a mi ordenador con la esperanza de que mis favoritos
ya funcionasen como siempre...
7 comentarios:
Llevas razón en lo que dices amigo mío, como suele ocurrir siempre. Debemos dejar a un lado la intolerancia. No hay buenos ni malos, simplemente gustos u opiniones diferentes. La tolerancia debería ser una cualidad innata.
Un fuerte abrazo amigo Calleferia.
Nos deberíamos de aplicar el cuento.
Cada vez tengo más claro que debo leerme "Barry Lindon" sin perder más tiempo.
Por cierto, ya que hoy nos alumbra una hermosa luna llena; yo soy del 11 de julio, ¿Y vos?
Leer lo que escribe un amigo.
Admirar cómo presenta el tema.
Recibir lecciones de historia.
Y volverlo a leer para saborear los parrafos con la profundidad que merecen.
Y como soy un tieso, lo mejor es que todo esto es gratis.
Como sigamos así, al final construiremos un puente entre las dos islas, para quedarnos con lo mejor de ellas. 1BESO.
Querido Aguaó: siempre de acuerdo contigo. El problema, lo que no entiendo (o sí) es que ésta intolerancia no existía en los finales de los 70 y en los 80.
Nací a las 5 de la mañana del 22 de julio querida Dama (como cáncer acababa supongo que quiso marcarme con todos sus tópicos). Por cierto, ni te imaginas cómo estaba nuestra luna a las cinco de la mañana de hoy.
Si miras en mi perfil, verás que mi primera película favorita es Barry Lyndon.
Hay ocasiones en las que el tiempo no mejora las cosas amigo mío. Y es una auténtica pena... y además me da miedo. Por eso es importante mantener la cordura en este mundo de locos.
Una vez alguien dijo "En un mundo de locos, estar cuerdo es una locura".
Siempre nos quedarán tu rinconcito, para no olvidar el cariño, y el 'saloncito' de la Dama, donde acudimos todos a echar un rato agradable y en buena compañía.
Un fuerte abrazo.
Sentado en la misma Plaza de Trafalgar Square hace un par de años, envidiaba a los ingleses por su formalidad en los actos institucionales, sus desfiles, sus vestimentas, su amor por lo suyo... Lo trasladaba yo a ciertos personajes que solo alguna vez al año se ponen un chaqué muy a su pesar y quieren cambiar la fiesta del Rey San Fernando por una "fiesta de Sevilla" y me daba vergüenza ajena.
Al hilo del comentario sobre los nacionalismos de nuestro ilustrado calleferia, tengo que decir que por desgracia aqui en España, también hay quien pacta con toda suerte de nacionalismos: excluyentes, de izquierda, de derecha, moderados, sin moderacion... con el único fin de mantenerse en el poder a toda costa.
Y también, por desgracia, los hay que basan sus campañas políticas en guerras pasadas.
En fin, que tengo unas ganas de que llegue otra vez la Semana Santa para hablar de lo que en realidad me gusta...
Un saludo para todos.
Querido Vicente:
Anoche me llegaron dos correos y una llamada comentándome que no entendían mi entrada, de hecho estuve pensando en añadir un apéndice para explicarla algo mejor, pero creo que eso hubiera sido un insulto a los habituales del blog.
Por eso me ha alegrado tanto tu comentario, ya que puedo comprobar que sí se entiende lo que quise decir.
Un fuerte abrazo, querido amigo.
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