Unos se deben a un martillo,
es su máxima aspiración en la vida
y harán lo imposible por mantenerlo...
Otros se deben a una vara,
también es su máxima realización en la vida
y hacen lo imposible por mantenerla...
Hay otros, los más numerosos,
que sólo han conocido un martillo y una vara,
y creen que su intelecto se creó para llevar kilos.
Pero como no han conocido otro maestro,
temen que llegue un catedrático que les diga
que no, que hay ecuaciones con más de una incógnita,
y harán lo imposible por mantener al maestroescuela...
Quedan otros, los menos,
que aun sabiendo álgebra y cálculo
porque dan clase con otros catedráticos,
creen en el karma de lo políticamente correcto
y temen más a un periodista y al Instituto de la Mujer
que a su propia conciencia...
Y por último, quedan otros, como yo
que creemos que ser capataz
o miembro de junta de gobierno,
no es nuestra mayor aspiración intelectual,
y que desde luego, sabemos que este olivo
no es de lo mejorcito de la clase en lo que
a llevar kilos se refiere...
...pero claro, tuvimos como catedrático emérito
a Rafael Franco, como catedráticos a Manolo y Carlos Villanueva,
a Pepe Andreu, también a Paco Arnaiz.
Y como profesores agregados a Ramón Castro, Fernando Moreno
y Manolo Vizcaya (vistiéndose por los piés).
Y los viejos de la clase eran Juán Lérida, Arturo, Estrella,
Carlos y Manolo Casado, Macías, Fran Narbona, la Heidi,
Antonio Cortés, Sandokán, Phoskitos, el Negri...,
en fin, ya sabeis, gente que sabe poco de esto.
Todos me enseñaron, de todos aprendí,
y me dieron algo que nadie puede quitarme: dignidad.
A ella y a mi conciencia me debo,
por eso, adiós olivo, adiós...